Escrito por Juan Guillermo Soto
Diario del Huila, Domingo 14 de Febrero de 2010
La historia del metal en Neiva está escrita en volantes publicitarios, camisetas, en los estancos de la 'zona rosa' y en el del ‘Turco’, en Santa Inés, en las instalaciones de Coyotes, Changó, Casa Negra y otras 'casas de citas' donde sí les abrieron las puertas para hacer conciertos, en los andenes de cualquier calle que tuviera un local amplio o parqueadero; en las gradas de madera de Casa Teatro y en la hermética fundación Humberto Tafur Charry, donde aún hoy rebota el eco del sonido que ninguna banda pudo cuadrar jamás; también se escribe y se desdibuja con los años en algunas tapias de Cándido, la Concha, La Toma, o en las paredes de las habitaciones de los más obsesivos; se reconstruye, a veces con frecuencia, en las páginas web de las bandas más recientes o de manera extraordinaria en algunos medios de comunicación locales, cuando el Gobierno de turno ha querido hacer alarde del único seudo-concierto anual que organiza para ellos. La historia del metal en Neiva es una historia inconclusa que aún se escribe y que escribo y escribimos todos los que hacemos parte de ella. He aquí una hebra de su robusta y larga cabellera, una hebra cuya punta ya llega a la cintura, pero que, desde luego, tiene su raíz.
Los abuelos…la semilla…
Finalizados los sesenta desaparecen 'Los Drivers', sin embargo, la semilla del rock ya estaba sembrada. El abuelo del metal, sin saberlo, ya se paseaba por las calles de la ciudad amarilla donde años después caminarían sus nietos, tal vez todos con audífonos en las orejas, pero escuchando agrupaciones tan diferentes como sus ropas: Botas militares, cabello largo, Sex Pistols, sandalias, Megadeath, cresta, Bob Marly, camisetas negras, The Doors, jines ajustados, cabello corto, kraken, Rasta, Jimmy H., pantalones a cuadros, Death. De cualquier forma, todos hermanitos, descendientes del mismo árbol.
Los ochenta llegaron con el boom del rock en español, el cual revivió la moda del rock en Latinoamérica. En Neiva, surgieron algunas bandas como Monster, la cual fue una de las primeras en hacer presentaciones al aire libre (parque Santander) y petróleo, quienes tocaron en bares, colegios, coliseos, pueblos y hasta en el estadio de Fútbol. Algunos bares como 'El pez que fuma', 'Guatipán' y 'People' abrieron sus puertas a los jóvenes; aunque estos no eran netamente de rock, dejaban colar entre su programación musical alguna que otra canción rockera de la época. También surgieron discotiendas como La Rumbita, el Disco y Serenata. “Era lo único que había en Neiva. No eran discotiendas de rock, como decir Vía Libre en Bogotá o La Playa en Medellín, pero con un poco de suerte te encontrabas con un buen álbum de Gan´s, o de Iron Maiden”, recuerda Alberto Medina, Rockero retirado de la escena.
Es curioso que en los setenta y ochenta algunas emisoras pusieran sus ojos en el rock y emitieran esta música (loca y desquiciada para la época), y hoy en día, cuando se supone que goza de un nivel de comprensión y madurez más elevado, carece de medios que la difundan. Esta situación nos lleva a comprender de manera clara el papel que han jugado los medios de comunicación en el despliegue del rock por el mundo y sus verdaderos intereses. El hecho de que hoy, y desde 1996, año en el que Radioactiva salió del aire en Neiva, no exista una sola emisora de rock en la ciudad, obedece a que esta música ya no está de moda. Los mismos medios se encargaron de quitarle dicha etiqueta al evidenciar que ella sólo lograba reunir a un público selecto y minoritario, un público que no alcanzaba a llenar si quiera el área chica del estadio 'Guillermo Plazas Alcid'. Sin embargo, esto no fue impedimento para que el rock y posteriormente algunos de sus hijos, como el metal, siguieran su proceso de desarrollo en Neiva (de manera silenciosa y furtiva, claro está) alimentados por una escena que se negaba, y se niega, a desaparecer.
Los parques, las bandas, los 'antricos'…
En 1993 llega a Neiva Radioactiva y con ella el número de amantes de esta música empieza a crecer. También nacen los primeros bares de rock: Yajé, Bar-etero, el Bunker, Mou´s, Rockfobia y Bulldog. Muchos de estos desaparecían al poco tiempo de ser inaugurados, ya fuera por el continuo hostigamiento en manos de la Policía o porque se iban de quiebra.
Sin embargo, había un “relevo generacional” que no dejaba morir de inanición a la creciente escena rockera: “Después de Calipso y Bar-etero, cuando la Policía no los dejó más, yo armé Catarsis, en Calixto, e hice los jueves de rock, que me duraron tres fines de semana, porque a la cuarta la Policía lo cerró, supuestamente porque le echaba pepas a la cerveza para que la gente sintiera euforia. Imagínese”, comenta Carlos Eduardo Pabón, Psicólogo y ex baterista de 'Disoluto'.
Casa Teatro fue uno de los pocos lugares que le abrió las puertas al rock finalizando los noventa. Fue allí donde se presentaron las primeras bandas de metal, junto con otras de diferentes géneros, y donde prácticamente se encubó la cultura del metal en Neiva. Sin embargo, por esos años no existía como tal un público ‘punkero’, ‘metalero’ o ‘bluesero’; en principio, las condiciones logísticas y económicas del momento llevaban a los grupos, por muy diferente que fueran sus géneros, a ayudarse entre sí y generalmente a tocar bajo un mismo techo; entonces, las gradas de Casateatro y su “pista de baile” se llenaban con un solo público que gozaba por igual desde “Zombi”, de Cran Berris, hasta temas como “territory”, de Sepultura. Por otro lado, el Internet aún no era tan masivo y las quemadoras de Cd´s eran privilegio de algún “amigo con plata”, por lo cual el acceso a la música dependía en gran medida del trueque entre amigos, que a su vez tenían otros, o familiares en ciudades como Bogotá o Medellín, desde donde les mandaban música de bandas como Iron Maiden, Metállica, Megadeath, Rata blanca, entre otras.
La mayoría de bandas que se conformaban eran de metal e interpretaban cover´s de sus grupos favoritos, lo cual contribuyó a que gran parte de la escena se inclinara por esta música. ¿Pero cuál podría ser la principal motivación para engancharse con el metal y su mundo?: “La fuerza, la vitalidad de su sonido… al entrar al toque sentías que ese sonido realmente te atravesaba”, “me hace sentir que tengo los pies sobre la tierra”, “me mueve, me llena de vida y me da ánimos para seguir adelante”.
Al principio se trata de eso, la repuesta favorable de los sentidos ante un sonido potente, la conexión emocional de la persona con un lenguaje que aún no entiende del todo pero que disfruta. Entonces, aunque suene obvio, más no vano, es la misma música la que potencia la creación de culturas como la del metal, y no las búsquedas identitarias, la moda o el anhelo de un espacio seguro y protector en el grupo, concebido de tal forma por contener una serie de rasgos culturales comunes. Entonces, la Música es una llave que abre la puerta de una habitación llena de más llaves y más puertas. La ropa, la jerga, la farra, los parches, la moda, la política, son algunos elementos dispersos en la habitación que se van encontrando en el camino; tal vez sean los llaveros de las llaves, también importantes porque evitan que éstas se pierdan o se tornen aburridas con el tiempo.
Salto con garrocha
Aunque mucho de lo que se escuchaba a finales de los noventa, sobre todo el metal, ya había sonado en Estados Unidos y en algunos países de Europa en los ochenta, en Neiva era todo un suceso que apenas daba sus primeros pasos como cultura juvenil. Era la novedad en el contexto “farrístico” de buena parte de una generación encantada no sólo con la fuerza y vitalidad de un sonido, sino también con el nuevo mundo que este revelaba, un mundo que para nada se rendía a sus pies. Había que conquistarlo, sufrirlo, vivirlo intensamente, gozarlo. He allí su atractivo y el valor que los metaleros le dan a su mundo. A diferencia de la música popular comercial, que se exhibe en cualquier vitrina mediática, queriéndose filtrar por los oídos de los jóvenes a como dé lugar, el metal se encierra en sí mismo y desde allí se muestra. No hay otra forma de conocerlo que desde adentro; además de mirar su fachada hay que hacer fila en sus andenes, esperarlo el tiempo que sea necesario, aprender a “mirar” a los otros, a deslizarse entre la excentricidad y simplicidad de sus gentes; vestirse de cualquier forma pero sin desentonar con el grupo, o desentonando, pero haciéndolo valer; investigar, leer sobre las bandas, comprender la estética de lo oscuro y macabro como otra posibilidad, un color más en la paleta del pintor, lo que no implica “ser pintor” o esperar a serlo para pintar: ¡Cualquiera puede pintar, como cualquiera puede tocar guitarra y tocarla en una banda de rock!, sin embargo, pocos lo hacen, pocos crean y se crean a sí mismos desde la música, lo cual, para fortuna de quienes se atreven, es genial. En cuanto a la adversidad, materializada en la falta de espacios físicos y mediáticos de difusión, de academias musicales, instrumentos, ensayaderos, dinero… la intolerancia, represión policial, los juicios moralistas, el nulo apoyo estatal, la certeza de un futuro incierto de seguir el camino del rock, la incomprensión, de alguna manera, todo esto, también es genial. Recordar la idea de Andrés Caicedo de que los jóvenes, en esencia, no buscan ser comprendidos sino todo lo contrario, es conveniente para reconstruir el contexto de finales de los noventa en Neiva y evidenciar que las adversidades de la escena del metal la fortalecieron porque, aunque reales, no eran tan importantes. Menos aún, si lo que se quería era simplemente hacer rock o metal y hacerse a sí mismo en su vientre. A esto sí se le dio importancia.
¡Un, dos, tres, cua!“
¡No quiero, verte desangrada, tampoco, verte explotada, me repugna verte ultrajada, por el maldito extranjero…!”; “cuanta sangre derramada, por esta creencia brutal, que gobierna tus sentidos y alimenta tu realidad… ¡droga celestial…!”, “¡Buscando, un noble ideal, luchando por su libertad!”. Este coctel a las “rock-as” era uno de los más apetecidos por los jóvenes rockeros entre el año 99 y 2000. Tenía un poco de 'Resistencia', algo de 'Disturbios Mentales' para suavizar la cosa, después se agitaba con bastante 'Disoluto' y se asentaba con zumo de 'Drakma'.
A partir del 2001 el panorama del rock en Neiva empieza a sufrir algunos cambios. Debido a la naturaleza transitoria de la mayoría de las bandas, algunas desaparecen de la escena y otras más estables como 'Drakma', 'Resistencia' y 'Disturbios Mentales', cumplen sus últimos periodos. Sin embargo, las semillas que éstas sembraron en la escena Rockera también florecen y es entonces cuando nacen bandas como 'Monje Negro', 'OBI', 'Árkanot' y posteriormente Yersinia Pestis y Yijajay. En estas bandas ya se advierte la búsqueda de un sonido propio, un mejoramiento interpretativo a nivel individual y colectivo, y la independencia que les da el tener sus propios instrumentos, sea para ensayar, organizar sus propios conciertos sin intermediarios y sin depender de nadie, entre otras ventajas... Dichos factores, aparentemente triviales, fueron determinantes en la fragmentación de la escena rockera, que a su vez permitió el desarrollo de las dos culturas juveniles más fuertes actualmente en Neiva: Punk y Metal. En cuanto a este último, hay que decir que a su vez también se fragmentó, aunque en un principio de manera poco radical, en Heavy metal y “brutal” metal, con todos sus hijos (géneros) abordo. Para los amantes del metal, dicha distinción está relacionada con el concepto de evolución, tanto de la música en sí, como de la percepción auditiva de sus oyentes. En cuanto al primero, siendo características esenciales del metal la fuerza y agresividad de su sonido y la oscuridad, misticismo y perversión que irradian sus atmósferas, la evolución consiste en seguir siendo fiel a estos parámetros estéticos: Más saturación, velocidad, rudeza y crueldad en cuanto a las líricas. De esta manera, el metal, con el pasar de los años, después de haber viajado por todo el mundo y haberse mezclado con otras culturas y formas estéticas y conceptuales de percibir la música, pareciera que hubiera “evolucionado” en nuevos géneros del metal (death, black, grind), pero en esencia, es el mismo metal envestido por las nuevas nociones de lo pesado. Dichas nociones en cuanto al sonido, pero también en cuanto a las letras: “El dolor, la muerte, la tortura, de eso tratan nuestras letras. No nos gustan las fantasías, sino que la gente vea lo que está pasando en el mundo, generar conciencia y mostrar cómo el ser humano se está acabando a sí mismo. Entonces, con nuestra música buscamos ser contundentes a la hora de mostrar esa realidad, una realidad que es ¡brutal!”, comenta Alexánder Montoya, vocalista de In Breeding Sick (Cartago, Valle). Dichas temáticas, junto con un sonido más fuerte, veloz, y recargado, comprenden la nueva estética de lo macabro en el metal: El “Brutal metal”.
Al hablar de “Brutal metal” se hace mención a la forma de designar el nuevo metal pesado o grupo de géneros del metal pesado (Black, Death, grind…), pero también hace referencia al modo de existencia juvenil que se organiza en torno a ellos. Los conciertos constituyen el acto ritual por excelencia, en cuyo espacio, sea cual sea y en la noche que sea, los amantes del metal ejercen dicho modo de existencia. Sin embargo, no se existe como metalero una sola noche y se deja de ser al otro día en la mañana. Dicho modo de existencia del metalero comprende una visión del mundo no siempre ligada a un concepto u ideología. Aquí la música es la ideología, por eso al hablar de una forma de ver el mundo, tal vez debería entenderse también como una forma de escucharlo y de sentirlo. Para esto no es necesario ser músico. Quienes habitan el mundo del metal educan su oído y su mirada estética a medida que recorren dicho mundo y logran agudizarlos de tal forma que buena parte de lo que ocurra en sus vidas va a estar mediado por ello. Levantarse en la mañana, vestirse, caminar, mirar al techo mientras el profesor habla, almorzar, tomar una foto, hablar con los compañeros de clase, con los amigos, escuchar el carro de los helados al pasar, escuchar el vallenato que suena en el colectivo, escribir un ensayo para x clase o un mensaje en el nick del Messenger… en buena parte de todas estas acciones, es muy común que haya música de fondo (Y no necesariamente hay que tener audífonos) y un juicio esteticista. Por otro lado, también es factible que lo anterior se quede rebotando en la habitación de la mente del metalero, que le sea difícil sortearlo entre los “otros”; he allí la importancia del concierto, la farra y los amigos, puesto que allí se habla un mismo lenguaje y el joven se expone a sí mismo con mayor naturalidad.
Es mucho lo que queda por decir de este caramelo negro que, aún hoy, se deshace en la boca de niños, jóvenes y adultos de Neiva y el mundo. De los amantes de dicha golosina que llegaron hasta acá (este texto), espero que ojalá hayan encontrado elementos comunes respecto al tema; en cuanto a los padres de familia con hijos que gustan del rock y el metal, no se asusten, se trata simplemente de un caramelo, otro, sólo que negro y en diferente empaque, sin embargo, constituye también toda una forma de construcción de sí mismo, en el seno del arte.
*Testimonio de la tesis 'Sonidos de Garaje'.
La Música es una llave que abre la puerta de una habitación llena de más llaves y más puertas. La ropa, la jerga, los parches, la moda, la política, son algunos elementos dispersos en la habitación que se van encontrando en el camino.
Era la novedad en el contexto “farrístico” de buena parte de una generación encantada no sólo con la fuerza y vitalidad de un sonido, sino también con el nuevo mundo que éste revelaba. LA ESCENA/PRENSA